Digámoslo claro: mirar hacia otro lado ya no vale.

Obviar el impacto ambiental derivado de nuestra actividad deportiva, de la organización de una prueba o de la producción de un producto, nos retrata públicamente. Hace tiempo que defendemos que el consumo es una manera de activismo, y en elegir participar en una determinada prueba, organizar una carrera de un modo u otro, o emplear determinados productos y recursos, tiene implícita una huella ambiental clara: emisiones de CO2.

La huella de carbono mide la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que producimos. Se expresa en toneladas de CO2 emitidas.

Si bien detrás de la práctica de la mayoría de actividades deportivas no emitimos CO2 a la atmósfera, el impacto ambiental de los recursos que empleamos para poder realizarla, conlleva consigo en la gran mayoría de los casos la emisión de importantes cantidades de gases de efecto invernadero. Uno de los responsables de la mayor cantidad de emisiones derivadas de nuestra actividad deportiva, es el transporte que empleamos.

Así por ejemplo, si tomamos como referencia una carrera celebrada a 20 km de nuestra casa y a la que acudimos en vehículo diesel (ida y vuelta), estaríamos emitiendo 7,4kg de CO2 solo en transporte cada carrera, que sumado a la media de 12 carreras al año, provocaría la emisión de casi 90kg de CO2 al año. Si tenemos en cuenta que la media en España de emisiones de CO2 al año y por persona es de 5,08 toneladas, pensar únicamente en acudir en transporte público a las pruebas deportivas, reduciría significativamente nuestra huella.

Si además pensamos en la asistencia a carreras que implican desplazamiento en avión, sólo el desplazamiento a carreras como la Maratón de Nueva York, implica la emisión de ¡1757 kg de CO2 por persona!, o lo que es lo mismo: la emisión de más de 100.000 litros de combustible que contribuyen a derretir cinco metros cuadrados de casquete polar.

En Suecia ya se ha acuñado el término “flygskam”, que significa: vergüenza de volar. La activista impulsora de los Fridays for Future se niega a coger aviones, y parece que ha cundido el ejemplo. Casi 400.000 pasajeros menos en 2019.

¿Qué puedes hacer tú?

Planifica tu calendario de carreras primando aquellas a las que puedas acudir en transporte público. Hacer deporte de proximidad, por ejemplo optando por pruebas celebradas en ubicaciones a las que puedas acudir en tren, te ayudará a evitar emitir miles de kg de CO2 al año.

Participa en pruebas deportivas que promuevan medidas de compensación de emisiones de CO2. Carreras como la Maratón de París, logró en la pasada edición la compensación de 25.000 toneladas de CO2 (la huella de carbono total generada por la maratón), promoviendo proyectos de reforestación y reducción de emisiones de CO2. Otro gran ejemplo es la Maratón Atlántica Coruña 42, que desde 2013 lleva implementando buenas prácticas deportivas de sostenibilidad, cuantificando, reduciendo y compensando las emisiones causadas por la celebración del evento, fomentando la adquisición de material de bajo impacto ambiental, la reutilización, reciclaje o la entrega de bolsas a corredores de algodón. La ya Transvulcania de récord, es otro gran ejemplo de carrera para recordar. 

Y como sabemos que en muchas ocasiones es clave visualizar y cuantificar el impacto de nuestros viajes para poder tomar partida, te invitamos a calcular la huella de carbono de tu próximo viaje para acudir a una carrera.

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